En diciembre de 1938 se fundó la Organización
Nacional de Ciegos Españoles. De inmediato fue nombrado delegado en Osuna, con residencia, uno de los
fundadores de “La
Hispalense ”, organización sevillana pro-ciegos absorbida por la recién creada ONCE. Se llamaba Rafael Reyes
Delgado y era natural de Teba (Málaga). Ciego desde la infancia a causa del
sarampión, había tenido la suerte de ingresar en un colegio especial donde había
recibido una educación privilegiada para la época. De hecho, leía y escribía en
Braille tanto documentos lingüísticos como partituras musicales, las cuales
memorizaba repasando una y otra vez sus papeles perforados. En el mismo centro
docente había adquirido conocimientos para ser intérprete y profesor de violín,
guitarra, acordeón y piano, habilidades por las cuales, una vez en Osuna, fue
nombrado organista titular de la Colegiata.
Esta persona, de condiciones excepcionales, había contraído
matrimonio y tenido seis hijos, el mayor de los cuales fue Francisco, «Currito
el pianista» (Teba, 1916 – Barcelona, 1997). Llegado a Osuna con apenas veinte años, Francisco sería el principal heredero de las facultades y los
conocimientos de su padre. En 1945 contrajo matrimonio con la ursaonense
Rosario Muñoz Martín, unión de la que nacieron ocho hijos a los que sacar
adelante. Para ello, Curro contó con la delegación de la ONCE –entonces en la calle
Migolla, hoy Luis de Molina–, puesto heredado de su padre, y también, por
supuesto, con sus conocimientos musicales, el apartado de sus actividades que
más nos interesa aquí y ahora.
Según puede
leerse en las Actas Capitulares del
Ayuntamiento de Osuna, el 14 de noviembre de 1947 se acuerda la creación de la Banda de Música Municipal,
una de cuyas primeras imágenes puede ser la que acompaña este artículo. De ella
entraron a formar parte por derecho propio tanto Curro como su hermano Antonio,
los cuales aparecen en la parte superior izquierda de la fotografía. En
realidad, la banda ya existía de antes, sólo que no tenía el carácter de
municipal, algo por lo que Antonio Cuevas, su director, venía luchando desde
hacía años, al menos desde 1932, según puede leerse en las Actas Capitulares correspondientes a la sesión del 4 de noviembre
del último año citado.
Alrededor de 1950. Escalera
del Instituto, hoy Universidad. 1.- Miembro de la
familia Cuevas.
2.- Francisco Cuevas. 3.- Arcadio Cuevas. 4.- Antonio Cuevas,
director de la banda. 5.- Crujera.
6.- Juan Manuel. 7.- ¿?. 8.- Pérez, procedía
de la banda de Frasquito Caballero. 9.- Aurelio Bueno.
10.- Manolo. 11.- ¿? 12.-
Gordillito. 13.- Mozo de la banda. 14.- Miembro de la familia Cuevas, padre de
1.
15.- Francisco Reyes Márquez. 16.- Antonio Reyes Márquez. 17.- José «Corino».
18.- Muñoz, cohetero, padre de 25 y 27. 19.- ¿? 20.- ¿? 21.- «Mosquito».
22.- ¿?, procedía de la banda de Frasquito
Caballero. 23.- ¿?
24.- ¿?, procedía de la banda de Frasquito Caballero. 25.-
Muñoz. 26.- Hijo de 6. 27.- Muñoz.
Además de su
puesto en la banda mencionada, Curro tenía a su cargo la interpretación de
piezas religiosas durante los actos litúrgicos celebrados tanto en Consolación
como en la Colegiata ,
templo en el que había ocupado el puesto de organista dejado por su padre.
También era el responsable de la música durante la celebración de la Novena de Jesús, conjunto
de actos de gran solemnidad en aquella época.
Otra de sus
actividades fue la creación de una orquestina para amenizar los bailes, formación
que vemos representada en dos fotografías. En ella figuraban los hermanos
Sánchez, Manuel y Juan, José «Corino» (el mismo que vimos formando parte de
«The Ursus»), Cordero, Antonio
Cuevas hijo, los hermanos Reyes, Curro y Antonio, y Pedrosa, el batería, el
cual tuvo la mala suerte de quedar oculto en las fotografías de que disponemos.
Su repertorio estaba formado por boleros, foxtrots, cha-cha-chas, rumbas,
pasodobles, etc.
Finales de la década de
los 50. Fiestas navideñas en un local de la Carrera.
Antonio Cuevas hijo (clarinete),
¿?, Cordero (vocalista) y Juan Sánchez (saxofón).
Este día Antonio Reyes tenía
guardia en la farmacia donde estaba empleado.
Todos o parte de
los miembros de esta orquestina acudían a formar parte del grupo que se
improvisaba para acompañar a cantantes de más o menos categoría que actuaban en
la localidad. Estos solían traer con ellos a un pianista y en unión de este
pasaban ensayando sólo la tarde del día de la actuación, razón por la que se
necesitaban músicos realmente profesionales. Así, pudieron acompañar por
ejemplo a Lola Flores y a Manolo Caracol en una actuación en Osuna.
Primeros 60. Casino. Fiestas Navideñas. De
izquierda a derecha:
Manuel Sánchez (trompeta), Cordero (vocalista), Pedrosa
(batería), Juan Sánchez (saxofón),
Antonio Reyes (saxofón), Corino (saxofón),
Francisco Reyes (piano).
Curro también se
dedicaba a la afinación, a la reparación, a la compraventa y al alquiler de
pianos. En feria, por ejemplo, alquilaba tres de ellos, los cuales dejaba
instalados y afinados en sus casetas respectivas. Hoy día, sobre todo a los más
jóvenes, les debe costar trabajo imaginar cómo eran aquellas ferias, mucho
menos igualitarias que estas, es cierto, pero también mucho menos ruidosas.
La docencia
musical fue otra de sus actividades. Entre sus alumnos merece mención especial
el gran pianista ursaonense Pepe Romero, con el cual estuvo en contacto durante
toda su vida, incluso cuando Curro, mujer e hijos emigraron a Barcelona en la
segunda mitad de la década de los 60. Allí, a finales de los 70, tuvo la
satisfacción de asistir a un concierto que Romero dio en el Círculo de Bellas
Artes de Villafranca del Penedés en honor de Tarradellas, recién llegado del
exilio y homenajeado de forma generosa por la sociedad catalana. Aquella noche,
el célebre pianista flamenco, elogiado por intérpretes actuales como Chano
Domínguez, cumplió con Tarradellas y su señora, a los que saludó después del
concierto, y corrió a sentarse en la mesa de Curro y sus familiares, a los que
siempre demostró un gran afecto.
Otra de las
facetas de Curro fue la de compositor. En la Sociedad General
de Autores están registradas varias obras con su nombre, sobre todo boleros y
pasodobles –entre estos últimos uno dedicado a Rafael Ortega y otro al
colectivo de los camareros–, aunque también existen algunas composiciones
aflamencadas, como ciertos fandanguillos compuestos quizá bajo la poderosa
influencia de su antiguo y célebre alumno.
En fin, esto es
todo por hoy. Espero que estas pocas líneas hayan servido para despertar el
interés por la figura de Francisco Reyes Márquez, el entrañable «Currito el
pianista», una de las personas que hizo posible la pervivencia en Osuna de los
conocimientos y las habilidades musicales. Sin ellas serían inimaginables las
carreras de los jóvenes intérpretes actuales.
Mi más sincero
agradecimiento a Eloísa Reyes Muñoz, Manuel Gonzalo Lafuente y Antonio Reyes
Márquez, hija, yerno y hermano de Currito respectivamente. De las
conversaciones mantenidas con ellos se ha obtenido el material base para
redactar este humilde tributo a la memoria de uno de nuestros músicos olvidados.
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