Edificios del West Side vistos desde Central Park
Anglona no fue duque de Osuna como su padre —el título y
propiedades anejas recaían siempre en el primogénito—, aunque sí fue, sucesivamente,
hijo, hermano, tío y, debido a la falta de descendencia de sus dos sobrinos
Pedro y Mariano, acabó siendo padre de un duque de Osuna, un duque de Osuna totalmente
arruinado debido a la actuación de su primo Mariano, personaje histórico que
mejor hubiera sido de ficción si pudiera existir el novelista capaz de crearlo;
tan increíble fue su vida. Volvamos a Anglona, una persona mucho más centrada y
responsable. Vivió durante reinados tan determinantes para la Historia de España como
fueron los de Carlos IV, José I, Fernando VII e Isabel II. Durante dichos
reinados, sobre todo el isabelino, ocupó cargos tan importantes como: Director
del Museo del Prado —llamado entonces “Real Museo de Pintura y Escultura”—,
Capitán General de Andalucía, Gobernador de Cuba y Vicepresidente del Senado,
asamblea creada en 1834 y llamada en un principio “Estamento de Próceres”. A
pesar de todos estos y otros muchos e indudables méritos —pues, a pesar de
haber vivido en una época en la que los nobles copaban los altos cargos
directivos de todas las instituciones, en su caso los ocupó sobre todo por su
propia valía—, apenas se ha escrito sobre él, por lo que su vida permanece
desconocida para los ursaonenses y para el resto de los españoles, entre los
cuales, y a pesar de estar la inmensa mayoría abducida por los medios de
comunicación y la contemplación de pantallas varias, se encuentran muchos
amantes de la lectura y del conocimiento de la Historia de España. Según
parece, sobre la vida de Anglona sólo existen dos textos: una biografía muy
parcial escrita justo después de su muerte por un íntimo amigo suyo, el marqués
de Miraflores, y un artículo muy bien documentado de Francisco Javier Gutiérrez
Núñez, historiador sevillano actual; las referencias bibliográficas de ambas
publicaciones las encontrará el lector en la “Bibliografía” final de esta serie
de artículos. En las ciento sesenta páginas de Riesgo y ventura del Duque de Osuna, Marichalar sólo dice de él que
en las comidas que daba el duque se sentaba a la derecha de éste y “que se
distinguía en todas partes por su mal genio” (pág. 24; Madrid, 1959, 5ª ed.),
palabras que Marichalar cita de Mis
memorias íntimas (Madrid, 1886-1889), obra de Fernando Fernández de Córdova,
marqués de Mendigorría, preciosa fuente de datos para el conocimiento de la
España del siglo XIX. Busco a diario en las páginas de importantes archivos
disponibles en Internet, cuyo número crece continuamente, y creo poder afirmar
que no existe nada más sobre él [me refiero al momento de redacción de este
artículo, en 2005], razón por la que muchos periodos de su vida, como el
“Sexenio absolutista” (1814-1820), van a permanecer en la noche de la historia
hasta que un servidor o cualquier otro apasionado de la historia los investigue
y desvele. Para el Sexenio, además, y como ya indiqué en el artículo anterior,
existe el obstáculo añadido que supone la falta de transparencia en el gobierno
y, por lo tanto, de documentación disponible en los archivos.
Aunque la lectura de relaciones de títulos nobiliarios pueda resultar
tediosa para los no iniciados —para mí lo era hasta que descubrí en la Colegiata de Osuna la
que figura en los laterales del sepulcro de Mariano—, las informaciones que
dichas relaciones aportan son fundamentales para entender el lugar que ocupaba en
la sociedad del Antiguo Régimen un personaje histórico concreto. En el caso de
los progenitores de Anglona, y según Joaquín Ezquerra del Bayo en su obra Retratos de la familia Téllez-Girón, novenos
duques de Osuna (Madrid, 1934), su madre poseía, entre otros, los títulos
siguientes: XV condesa y XII duquesa de Benavente, VIII marquesa de
Jabalquinto, XIII duquesa de Béjar, princesa de Anglona y de Squilache, XIV
duquesa de Gandía y XII duquesa de Arcos, título este último que incluía
posesiones tanto rústicas como urbanas en Marchena que serían vendidas unas y
vendidas y desmanteladas otras —valga como ejemplo un artesonado que se
encuentra en Sevilla, coronando la escalera noble del palacio de la marquesa de
Lebrija— a la muerte del ya citado Mariano Téllez-Girón, XII duque de Osuna,
quizá el peor titular, desde el punto de vista de la gestión económica, que
haya conocido la nobleza europea. Prueba de ello es que los ecos de la ruina de
la Casa de Osuna
llegaron a centros financieros tan lejanos e importantes como Nueva York, donde
el New York Times publicó diversas
crónicas sobre el particular en fechas tan tempranas como 1896 (7 de junio, Art treasures sold at Madrid) y, sobre
todo, 1884 (11 de mayo, The duke of
Ossuna’s Library). Las dos recogen hechos puntuales de la desmembración y
subsiguiente dispersión del patrimonio cultural de la Casa de Osuna, parte
importante del cual viajó al otro lado del Atlántico, como, por ejemplo, el
retrato del padre de Anglona, pintado por Goya, que se encuentra en la Frick Collection de Nueva York. Sin embargo, y por
suerte para los españoles amantes de la cultura, la biblioteca y el archivo de
la Casa de Osuna, quizás los más importante del país, fueron comprados por el
Estado Español y pasaron a formar parte, respectivamente, de los fondos de la
Biblioteca Nacional (Madrid) y de la sección “Nobleza” del Archivo Histórico
Nacional, actualmente custodiada en Toledo.
(Continuará).
No hay comentarios:
Publicar un comentario