La duquesa de Abrantes, por Goya. H. 1816.
Vamos a empezar con los títulos nobiliarios del padre de Anglona, que quedaron
pendientes en el artículo anterior. Antes de casarse poseía los de XIII conde de
Ureña, IX duque de Osuna y X marqués de Peñafiel, los mismos que habían llevado
los titulares de la casa desde la obtención del marquesado de Peñafiel (1568).
En cuanto a los hermanos y hermanas, la mayor, Josefa Manuela, fue marquesa de
Camarasa; la segunda, Joaquina, marquesa de Santa Cruz; el tercero, Francisco de
Borja, XIV conde de Ureña, X duque de Osuna, XI marqués de Peñafiel y un
larguísimo etcétera en el que se incluyen todos los títulos que poseía la
madre, señora que podía presumir de tener entre sus antepasados a un papa
(Alejandro VI), a un rey (Fernando V de Aragón) y a un duque elevado a los
altares (san Francisco de Borja, IV duque de Gandía). Ahora, en cuarto lugar,
viene nuestro protagonista, Pedro de Alcántara, príncipe de Anglona y marqués
de Jabalquinto. Por último, la más pequeña, Manuela Isidra, duquesa de Abrantes,
nacida ocho años después de Anglona y que, por tanto, no aparece retratada en
el famoso retrato colectivo de Goya titulado La familia del duque de Osuna,
donde Anglona tenía aún dos años. Creo que conocer estos títulos facilita el
acercamiento a la historia de la
Casa de Osuna porque con ellos se conocía a sus miembros y
así aparecen nombrados en los libros de historia y en las publicaciones de la
época. Tomemos por ejemplo a Joaquina, a quien Anglona, según se lee en su
testamento, siempre había tenido un “tierno cariño”. Así, Joaquina es la que
aparece retratada en el cuadro de Goya titulado La marquesa de Santa Cruz,
imagen que ilustró el artículo de la serie publicado en este blog con el número
tres. También es ella la marquesa de Santa Cruz que aparece mencionada al menos
dos veces, son las que yo he localizado, en las Actas del Consejo de Ministros durante el reinado de Isabel II: una
en la sesión del 27 de diciembre de 1843 con motivo de ser elegida como asesora
para mejorar la etiqueta de palacio —elección que nos puede ayudar a imaginar
la educación que los hijos del duque de Osuna habían recibido—, y la otra en la
sesión del 15 de abril de 1844, en esta ocasión para pedirle consejo sobre
cierto asunto relacionado con la salud de la reina, de la cual era Camarera Mayor.
Hija suya será la marquesita de Santa Cruz de la que se enamore Pedro de
Alcántara, XI duque de Osuna, hijo del hermano de Anglona y hermano mayor de
Mariano, aquella muchacha por la que murió el XI Duque, episodio que tan
poéticamente describe Antonio Marichalar. Últimamente, por cierto —y volviendo
al inagotable tema de Mariano—, he tenido acceso a los despachos que envió desde
San Petersburgo, conservados en el Archivo del Ministerio de Asuntos
Exteriores, y debo reconocer que, desde luego, no entendía de números pero sí
de letras.
Retrocedamos ahora unas cuantas generaciones.
Entre los antepasados de Anglona se encuentran algunos muy conocidos —como
el IV conde de Ureña o el III duque de Osuna, el más biografiado de todos—, y
otros que no lo son tanto, como Francisco de Paula Téllez Girón y Benavides
(1678-1716), VI duque de Osuna. Según Gutiérrez Núñez en su artículo “El 9º
duque de Osuna. Político miltar y mecenas (1755-1807)”, en 1700, tras el
fallecimiento de Carlos II y en calidad de Camarero Mayor del Rey, cargo hereditario
ejercido por los Téllez-Girón, el VI duque de Osuna acudió a la frontera
hispano-francesa a recibir al nuevo monarca, que reinaría con el nombre de
Felipe V. Atienza, en su conocido libro sobre la Casa de Osuna, lo hace llegar
bastante más lejos, hasta Amboise, castillo situado a diez kilómetros al este
de Tours, en la rivera del Loira, y célebre por haber sido la principal
residencia de la corte francesa hasta Enrique IV. Más adelante les hablaré de
una obra —el diario de un miembro de la corte de Luis XIV— donde se lee
claramente que el duque, quizá obligado por cuestiones protocolarias, llegó
hasta el mismo Versalles para presentarse ante el Rey Sol. Años después, en 1712, fue nombrado embajador en
Francia y desde allí tuvo que hacer valer sus influencias para pacificar las
calles de Osuna, donde, desde el 19 de septiembre de 1711 —fecha en la que había
sido acuchillado el administrador de las rentas ducales en la “plaza pública”—,
todo el pueblo, sin distinción de estamentos, se había alzado en una revuelta
antiseñorial para protestar por los impuestos excesivos, el hambre, la carestía
y todas las consecuencias negativas que acarreó la Guerra de Sucesión, circunstancias
sobrevenidas que se unieron a las inherentes al sistema señorial, ya de por sí
tan injusto. Los datos de este episodio de violencia antiseñorial los he
extraído del excelente artículo de Manuel Moreno Alonso “Alborotos de Osuna
durante la Guerra
de Sucesión”, obra de investigación de conocimiento imprescindible para los
lectores interesados en la historia ursaonense.
No quiero acabar este
artículo sin hacer mención del fallecimiento del decimosexto titular del
ducado de Osuna, que tuvo lugar en Sevilla ayer mismo, el 29 de mayo de 2015.
Se trataba de Ángela María Téllez-Girón y Duque de Estrada, bisnieta del príncipe
de Anglona. Descanse en paz.
(Continuará).